Todo regreso tiene un comienzo

Son las 5 de la mañana de un Domingo en México, y aunque, para la mayoría lo más sensato sería estar descansando plácidamente (de forma racional, me incluyo en ese grupo), este día mi mente ha tenido sus propios planes. Parece que hoy, simplemente el mono de la mente ha elegido no dejar de parlotear.

Y…¿Qué dice ese parloteo?. En realidad, no mucho. Y con esto no quiero decir que no haya “mucho diálogo interno”, eso sobra. Me refiero a que en este preciso instante en el que escribo, no parece estructurarse en torno a algo que sea útil o por lo menos aporte algo al contexto y necesidades en que me encuentro.

¿Les ha pasado a ustedes? Estoy seguro que sí. Me refiero a ese diálogo rumiante que desaparece por algunos segundos de nuestra mente, pero a la menor provocación regresa. Y regresa no sólo con mayor intensidad y frecuencia que antes, sino con una agilidad increíble para encontrar las palabras más “adecuadas” para intensificar el malestar que este genera. Por supuesto, con todas las evidencias “tangibles” para justificar su existencia. Siempre les he escrito que nuestra mente puede ser la mejor aliada o la peor enemiga. Esta experiencia sin duda ejemplifica eso. La misma mente que ha estado generando tormentas en mi cabeza, es la misma que me lleva a escribir sobre ello. ¿Será que algo en ella “sabe” que lo que está haciendo no es lo mejor que puede hacer? Justo la búsqueda de una respuesta, es lo que me tiene aquí; escribiendo sin pensar demasiado, sintiendo que de alguna manera esto ayudará. Ya veremos si esto es así.

Es evidente que la mente no actúa sola, ni toma sus propios caminos, por más que así lo parezca en este instante. Algo en mí (y en nosotros), le está permitiendo ir por ese camino o incluso, alentando a ir por ese camino. ¡Se lee de lo más absurdo! ¿Qué no la mente y nuestra sabiduría interna busca encaminarse al bienestar del propio ser? Pues, parece ser que no necesariamente es así.

Definir “la mente” es sumamente complicado, y en este instante no deseo tomar el camino académico. Pero algo en mí siente la necesidad de encontrar respuestas en lo que ya sabe y vino a mi la siguiente definición: la mente es el resultado de la interacción de todos los procesos de pensamiento que ocurren en ese órgano llamado cerebro. Estoy seguro que es muy debatible, pero en mi situación actual, entiendo el sentido que tiene en la búsqueda de alguna respuesta. De nuevo…¿será mi propia mente intentando salir de todo este embrollo?

La ciencia ha demostrado que nuestro cerebro en la realización de sus procesos busca hacer el menor gasto de energía posible. De ahí que favorezca la generación de conexiones neuronales estables que se traducen en comportamientos a los que llamamos “hábitos”. Esos comportamientos habituales, se fortalecen con la repetición constante; en otras palabras, entre más los hacemos, más se vuelve probable su aparición porque se fortalece el aprendizaje neurológico que le dice al cerebro que ese es el camino de menor gasto a seguir. ¿Es nuestro cerebro un ahorrador compulsivo de energía? Todo parece indicar que si. Pero…¿qué puede tener que ver esto con lo que me ocurre en este instante? Mi ser que busca salir de esta situación piensa (y siente) que mucho.

Si bien, mi mente desea desde lo más profundo dejar el estado actual en que se encuentra; mi ser sabe que esto no ocurrirá hasta que aprenda algo de esto. Dicen que en los momentos de mayor oscuridad, es en dónde hemos de iluminar el espacio adecuado que nos permita ver las cosas como son. Sobre todo en instantes donde no ver las cosas como son genera tanto sufrimiento.

Creo que comienza a llegar una respuesta a la pregunta ¿Será que algo en la mente “sabe” que lo que está haciendo no es lo mejor que puede hacer? Pues basado en las evidencias científicas sobre el funcionamiento del cerebro, creo que sí y quiero explicarme esperando que a alguien más pueda ayudarle esto

A lo largo de mis más de 30 años de vida he buscado generar en mi estados mentales que me ayuden a ver las cosas más claramente y he intentado desarrollar la habilidad de discernir lo que es, de lo que no es. Esto me ha llevado a comprender que en la gran mayoría de las veces “vemos” lo que deseamos y no lo que es realmente. Me he descubierto un experto en buscar evidencias de cada cosa que pasa en mi cabeza, lo cual no siempre resulta bien. Por ejemplo, justo en este momento me vuelvo consciente de que en la última semana cada que surge un pensamiento sin sentido, hago todo lo que está a mi alcance por darle sentido a partir de lo que ocurre en mi mundo real. Dejando de lado todo análisis racional de la experiencia y permitiendo a mi cerebro ir por el camino de menor gasto energético, el camino de la NO reflexión y análisis. Alguien que amo con todo mi ser me dijo: “ya para ese tren mental”. Y estoy seguro tiene toda la razón.

¿Será entonces que he dejado de reflexionar y analizar las cosas como solía hacerlo antes? Es probable que la respuesta sea sí, y si bien no es una respuesta que me agrade; es la respuesta que seguramente necesito en este momento. Estoy experimentando justo el enfoque destructivo de mi habilidad para discernir lo que es, de lo que no es. ¿Será que entonces no es que haya dejado de reflexionar las cosas y analizar, sino que en este instante no lo estoy haciendo de una manera saludable? ¡Eso tiene más sentido aún! Claramente una parte en mí sabe que el camino de la autobservación, reflexión y análisis es el adecuado, por ello estoy aquí escribiendo. Sólo que me he permitido ir por el camino de menor gasto: el camino del hábito. Digo el de menor gasto, porque mi experiencia emocional presente me indica que no es el más sencillo o el de menor impacto.

En algún lado leí que Aristóteles decía que “donde está tu atención, está tu realidad”. Dejando de lado si lo dijo él o no; si me parece una frase de lo más cierta. Mi atención en estos últimos días ha estado por momentos en intentar confirmar lo que pasa en mi mente. Sin filtrar si eso es primeramente necesario, dos si es necesariamente real y tres, si sólo es producto de una búsqueda compulsiva de mi verdad y no de la verdad. Me doy cuenta de esto, porque en momentos como ahora en el que dedico tiempo a tomar otro camino (en este caso, el expresar lo que siento y pienso a través de la escritura); todo toma un sentido diferente. ¿Cambio mi realidad y contexto? No, para nada; el que cambió fui yo. Elegí tomar otro camino, un camino más complejo pero mucho más responsable con mi salud mental y emocional.

¿Será que esta desmañanada Dominguera no tiene nada que enseñarme pero sí mucho que recordarme? Tal vez es la forma en que mi mente quiso recordarme lo que siempre he sabido: el sufrimiento existe, pero de ti depende vivir en él. No importa lo que ocurra afuera, de nosotros depende el significado que le demos y con ello, las acciones que tomamos.

Me voy a dormir, mucho más tranquilo y agradecido por hoy haber iniciado el día tomando una elección correcta por mi bienestar. Iremos un día a la vez…

Gracias por leerme, espero te sirva.

Uno siempre vuelve a donde amó la vida

Hay una canción de la cantante costarricense Chavela Vargas que se titula «Las simples cosas». Dentro de su letras se encuentra la frase que titula este post.

Después de algunos años donde he estado alejado por seguir los cambios naturales de la vida, y por el inmenso amor que con ellos ha llegado a mi vida; hoy decido regresar a escribir en este blog. Espero seguir contando con la lectura de aquellos que hace muchos años iniciaron conmigo, y porque no, que lleguen nuevos seres a encontrar algo en este espacio.

Así que ¡estoy de vuelta!. Feliz y con muchas cosas que compartir con ustedes.

Sean felices, o mejor aún, construyan los medios para día a día alcanzar su propia noción de felicidad.

Porque es tan difícil responder ¿Quién soy?

Todas las personas que conozco de una u otra forma son capaces de reconocerse como seres únicos e irrepetibles. Al menos, son aptos para hacerlo desde la creencia popular que afirma el hecho de que»todos somos especiales».

En realidad, hasta aquí me parece bastante inocente esta creencia. El verdadero conflicto viene cuando hemos de identificar claramente que es aquello que nos vuelve genuinamente únicos. Es decir, si nos reconocemos como únicos e irrepetibles, quiere decir que algo en nosotros ha de ser «diferente a los demás» y eso mismo debe ser nuestro sello particular al existir.

Visto de esta forma, la «inocente» creencia del inicio, comienza a mostrarse mucho más compleja y profunda. Pero no todo se queda ahí, esta creencia muestra su lado más inútil al ser la base para responder la simple pregunta: «¿Quién eres?».

He visto a más de una persona quedarse en completo silencio al intentar responder esta pregunta. No importa el tiempo de espera; el silencio y la duda permean a todo aquel que enfrenta la situación de responderla. Esto siempre ha hecho que me cuestione el momento en que perdimos la brújula interna que guíe nuestra respuesta.

Al reflexionar sobre esto último, he encontrado que un primer y muy grave problema es que nos hemos conformado con «creernos diferentes’ y hemos dejado de buscar lo que nos vuelve auténticos.

Parece ser que vivimos felices con la sola creencia en nuestra mente. No vamos en la búsqueda de nada, porque la comodidad que brinda la ignorancia nos ayuda a justificar todas nuestras acciones. Si no sabemos quienes somos, entonces creemos que todo cuanto expresamos y sentimos es inherente a nosotros. Y «mágicamente» nos volvemos respetuosos de nuestra «identidad» y hacemos que los «otros» la respeten.

Hasta aquí todo parece ser responsabilidad de nuestra «apatía y comodidad». Pero, existe el otro extremo que se encuentra conformado por aquellos que buscan a cualquier costo descubrirse a si mismos.

Todo estaría bien de no ser por un segundo problema que he observado. Este es que la búsqueda no es para encontrarse a sí mismos, sino para descubrir la forma de diferenciarse de los demás.

Toda la energía física y mental está enfocada en «ser diferente y mostrarse diferente». Ahí tenemos a quienes hacen de todo para evidenciar ante los ojos de los demás que «son diferentes». Son personas que no pierden la oportunidad de decirse «distintos, únicos o raros». Hacen lo que sea para marcar su supuesta diferencia y viven al pendiente de lo que hacen los otros para entonces modificar su propia imagen a algo «distinto» a ellos.

Tristemente, estas personas son incapaces de mirar que creer ser «distinto, único y raro» no te conecta para nada con la propia autenticidad y mucho menos es señal de autoconocimiento. Me parece que sortear este segundo conflicto es aún más complicado que el primero, ya que no sólo hay que lidiar con la creencia original de que «somos únicos», sino también hay que lograr librar la falsa creencia de que «somos genuinamente diferentes por ser atípicos». Y si a esto le agregamos la existencia del reforzamiento social que enaltece y remarca la «rareza» que «existe», la cosa es aún más complicada.

Pero entonces, ¿Es imposible saber quiénes somos realmente?. Mi respuesta es: no.

Pero para lograrlo debemos estar dispuestos a genuinamente querer conocernos, sin importar si lo que encontramos empata con la imagen que nos hemos construido. Esto de la mano de la construcción de un camino propio de autoconocimiento, creo, son la base que nos puede acercar a lograr algún día responder a esta pregunta.

Caminos hay muchos y algunos seres humanos del pasado y presente nos muestran lo que a ellos les ha funcionado, intentando inspirarnos para encontrar el propio.

Con este post no pretendo darles la fórmula para que logren responder fácilmente y sin dudar a la pregunta ¿Quién soy?. Prefiero invitarlos a dejar de lado sus creencias que están limitando su autenticidad y autoconocimiento. Quiero llevarlos a ser honestos y cuestionarse si lo que han leído aplica a ustede. Me encantaría inspiralos a buscar su propio camino en el que verdaderamente se arriesguen a encontrar su ser auténtico.

Les agradezco su tiempo para leerme y espero algo de este post haya quedado en ustedes.

El lado oscuro del hombre

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A lo largo de nuestra historia tenemos muchos ejemplos en donde los seres humanos hemos mostrado nuestra faceta más luminosa, esa de la que nos enorgullecemos y que resulta agradable a la vista propia y de quienes nos rodean. Ese lado que desde nuestro primer día es reforzado socialmente generando reconocimiento, empatía y aprecio. Como ejemplo tenemos a Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Dalai Lama, Malala Yousafzai que con su vida han marcado la historia del mundo.

Es natural que como sociedades pongamos especial énfasis en estimular y reforzar las características humanas que deseamos observar en nuestras comunidades. Todo cuanto observamos, leemos o escuchamos parece estar orientado a demostrar «como debemos ser, pensar y comportarnos». Recibimos la educación -formal e informal- necesaria para distinguir lo que «hace y no una buena persona».  Nos encontramos constantemente evaluados para evitar «salirnos» de ese molde social en donde sólo lo «bueno» parece entrar.

Por supuesto que todos estos intentos para conservar la estructura social ha tenido buenos frutos observados en la vida de muchas personas y diversas sociedades, no los niego. Pero también ha logrado que en muchas personas y sociedades se hayan olvidado e incluso negado todas aquellas características humanas que carecen de esa luminosidad y que me atrevo a nombrar oscuras. Por más que nos empeñemos en enfocarnos sólo en nuestra faceta luminosa, esa oscuridad existe, nos guste reconocerlo o no.

Claro que deseo la vida de todos este en su mayoría se exprese desde el lado luminoso, pero nunca debemos olvidar lo peligroso que es negar la existencia de su contraparte. No se trata de permitir que el lado oscuro se exprese en todo lo que hagamos, porque eso innegablemente traería sufrimiento a nuestra vida. Pero negarlo sólo hace que desechemos una parte nuestra que al final requiere ser integrada para una vida plena. Reconocer no es expresar. No se trata que con la justificación de la oscuridad propia a nuestro ser, vayamos dañando a cuanta persona contactemos. Sólo es darnos la oportunidad de integrar todo lo que hemos estado negando.

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Nuestra sociedad en su afán de progreso y desarrollo ha intentando erradicar todo aquello que pudiera demostrar que el ser humano no es todo bondad y que incluso aquellas personas que en su mayoría actúan bondadosamente, tienen episodios donde la oscuridad es expresada. La diferencia es que estas personas tienen claro que esta oscuridad existe y no son dominadas por ella. Para mi está esto diferencia la oscuridad de la maldad. La maldad actúa desde el desconocimiento de la oscuridad humana, se deja dominar por ella y arrasa con todo cuanto toca.

Nuestra sociedad entrenada para reconocer la luminosidad y castigar la oscuridad, se ha vuelto experta en ayudarnos a ocultar y negar a toda costa cualquier muestra de ella. Apenas se asoma en nuestras acciones, no nos ayuda a reconocerla e integrarla de forma constructiva a nuestra vida. Por el contrario, nos inculpa con reclamos y muestras de desprecio. En ese preciso instante se polariza nuevamente nuestra existencia, y si antes de nuestras acciones oscuras se negaba su existencia, ahora parece que sólo existe la oscuridad y se niega cualquier rastro de luz.

Esto  demuestra lo poco que conocemos de la naturaleza humana, sobre todo de la propia. Juzgamos fácilmente a los demás como «la peor persona» cuando ni siquiera podemos reconocer la oscuridad existente en nosotros. Creo saber el porque no es tan fácil inculpar y evidenciar la oscuridad ajena. Pareciera que quien reconoce  la oscuridad en otro inmediatamente aumenta la propia. Es decir, valoramos más a quien muestra la oscuridad ajena que a quien se dedica a buscar la propia.

Esto último dice mucho de la forma en que se conduce nuestra sociedad. Una sociedad en donde el descubrimiento propio esta relegado por la necesidad obsesiva de ahondar en la vida ajena y que además, juzga la totalidad del ser con base en la idea de una utópica existencia totalmente luminosa. Desafortunadamente parece ser que nos empeñamos en negar todo lo que conforma nuestra humanidad. Repito; no estoy a favor de ser dominados por la oscuridad, pero siempre estaré a favor de reconocernos íntegramente.

Hoy quiero invitarlos a que cada vez que se encuentren siendo juzgados o juzgando a otros por las expresiones de su oscuridad, recordemos que nadie está libre de ella y que tal vez esta persona sólo actúe con base a la ignorancia propia y no desde una genuina maldad. Y por supuesto, si estamos juzgando estamos actuando desde nuestra ignorancia. No seamos de los que juzgan en lugar de buscar comprender. Nadie -salvo que seamos Budas o seres iluminados- nos encontramos ajenos a esta parte de nuestra naturaleza: la tan desdeñada oscuridad.

Sean luminosos y oscuros.

Comprender…

  • Hemos de comprender que el pasado sólo es útil si tomamos sus experiencias para construir el futuro y nunca para destruirlo.
  • Hemos de comprender que por bellas que sean las palabras, son vacías si no vienen acompañadas de acciones que las reflejen.
  • Hemos de comprender que las palabras pueden tener cientos de significados. Asegúrate de saber el correcto.
  • Hemos de comprender que el otro es tan importante como uno mismo. Pero nunca debe ser más importante.
  • Hemos de comprender la diferencia entre ser egoísta y egolatra. Igual de importante es distinguir el estar solo del sentirse solo.
  • Hemos de comprender que en ocasiones la mejor ayuda es la que no se da.
  • Hemos de comprender que la vida nos va a exigir adaptarnos a ella. De nosotros depende el grado de resistencia que pongamos. 
  • Hemos de comprender que si nuestra opinión no es solicitada, no hemos de darla.
  • Hemos de comprender que si lo que voy a decir no es útil, verdadero y bondadoso, seguro es mejor  no decirlo.
  • Hemos de comprender que una vida responsable implica hacerse cargo de lo que nos corresponde. Podemos apoyar a los demás, pero nunca vivir para ellos.
  • Hemos de comprender que por obvio que se lea; para construir hemos de actuar.
  • Hemos de comprender que no porque alguien no valoró nuestro esfuerzo en el pasado, debemos mostrarnos limitados en nuestra entrega presente.
  • Hemos de comprender que ser cautelosos no implica callar todo lo que nos sucede.
  • Hemos de comprender que siempre habrá quien quiera apoyarnos cuando nuestra carga sea mayor que nuestra capacidad de carga. Sólo bastará hablar.
  • Hemos de comprender que pedir ayuda nunca será signo de debilidad y si de humildad.
  • Hemos de comprender que no esta más limitado el que menos sabe, sino el que cree saberlo todo.
  • Hemos de comprender que amar es aceptar al otro tal y como es, pero nunca justificar sus acciones.
  • Hemos de comprender que para resolver hay que escuchar y que cada quien tenemos una diferente forma de escuchar y resolver. A veces sólo hay que ponerse de acuerdo.
  • Hemos de comprender a escuchar sin necesariamente intentar resolver.
  • Hemos de comprender que no en todas las personas se puede confiar, pero que siempre existe alguien confiable.
  • Hemos de comprender que las cosas son como son, y no como queremos que sean. Algo muy difícil y en ocasiones doloroso de aprender.
  • Hemos de comprender que la persona más importante es la que tenemos a lado en este momento.
  • Hemos de comprender que si alguien no quiere estar, buscará cientos de razones para no estarlo.
  • Hemos de comprender que nadie merece ser ignorado y anulado por nuestra indiferencia.
  • Hemos de comprender que nadie merece ser juzgado por su pasado, esto nos incluye a nosotros.
  • Hemos de comprender que la gente cambia sólo si lo quiere.
  • Hemos de comprender que para entender primero hay que escuchar.
  • Hemos de comprender que el elemento más importante de sentirse acompañado y acompañar es la voluntad de hacerlo. Lo físico, no basta.
  • Hemos de comprender que las quejas nunca serán soluciones.
  • Hemos de comprender que las emociones de los demás son igual de importantes que las nuestras.
  • Hemos de comprender que nada es del todo inesperado. Nada…

Y creo debe haber muchas cosas más que comprender. Esta lista no esta ni cerca de estar completa…¿Me ayudan a continuarla? Me gustaría leerlos en los comentarios.

He llegado…

¿Alguna vez han partido a un viaje sin saber exactamente cuándo llegarían a su destino?

Pues si han leído mi blog durante los años que llevo escribiendo se darán cuenta que en realidad esta es «mi bitácora de viaje» que he decidido compartir con ustedes con la idea de que mis experiencias de alguna forma les apoyen a vivir las suyas. De este viaje si algo he aprendido es la importancia de compartir, así, por el mero gusto de hacerlo y sin esperar nunca nada a cambio.

Como en cualquier viaje, no todo han sido senderos rectos. También he tenido que sortear sinuosos pasajes en los que he experimentado dolor, sufrimiento, soledad y desolación. Hoy, le agradezco a la vida dichas experiencias porque he aprendido algo invaluable: a fortalecerme. No endurecerme, que es diferente.

Para evitar el «endurecimiento» que en muchas ocasiones estas experiencias pueden provocar, he tenido que aprender a darles un espacio en mi vida y reconocerlas cómo parte inherente a ella. El budismo dice que «el dolor forma parte de la vida», por lo que lo más sensato es aprender a darle su espacio para que de el emerja el aprendizaje. En otras palabras, aceptar todo tal y como es. Al aceptar las cosas tal y como son necesariamente me ha llevado a no rechazar absolutamente nada, por difícil que resulte hacerlo . Sería como rechazarme, al final, soy producto de mis experiencias y elecciones.

Y toco un punto vital: las elecciones. Nada de lo que me ha sucedido es del todo inesperado. He decidido, en ocasiones forma hábil y en otras torpe; pero al final siempre he decidido. No me percibo para nada como «víctima de las circunstancias», por el contrario he aprendido a elegir, y sobre todo a elegir sólo lo que le hace bien a mi vida en el aquí y ahora. Recuperar mi sensación de vivir el aquí y ahora es otro resultado de este viaje. Estoy comprometido con abrazar cada instante de esta fugaz vida, venga como venga.

He redescubierto a un «nuevo ser» en este mismo cuerpo. Un «nuevo ser» que se acepta y ama como nunca antes lo había hecho y que por lo tanto, sabe exactamente poner el limite a los otros. Si me amo; me aman…punto.

Mi sensación de separación con los otros se ha vuelto aún mas tenue, y mi búsqueda de la trascendencia en mi existencia (de forma espiritual y terrenal) se ha reafirmado. Me he aventurado a ir mucho más allá de mi anterior zona de confort. Me percibo aún más como alguien «inacabado y en constante actualización», por supuesto, busco que mis actualizaciones sean constructivas.

Y bueno, la «cereza de pastel» ha sido descubrir que hay más como yo. Si, siempre he sabido que hay más como yo, no me considero egolatra o «único» en el sentido arrogante de la palabra. Pero, la vida me ha mostrado que efectivamente hay quien «habla el mismo lenguaje que yo». Y dentro de ese pequeño grupo de personas, está una que ha venido a personificar la enseñanza que a la vida aún le faltaba mostrarme. Y esa enseñanza es: el verdadero significado de la palabra amar. Un amor libre, en calma y absolutamente pleno. Hoy a ti mujer que con tu luz haz logrado iluminar nuevos senderos te digo gracias, te amo y será un placer recorrer de tu mano los senderos rectos o sinuosos que la vida nos ponga. Este encuentro me recordó a un breve post anterior, los invito a leerlo por primera ocasión o nuevamente.

La imagen puede contener: texto

Y bueno…así ha sido este viaje. Un viaje que no se detiene y que deseo continúe por mucho tiempo; y mucho más ahora que lo vivo pleno conmigo, satisfecho con los limites en mi relación con los demás y acompañado por seres increíbles.

Así que…¡a viajar amigos! Los abrazo

El tercer ojo

El famoso tercer ojo, el tan valorado tercer ojo y sin embargo, tan poco entendido tercer ojo.

Y si, me atrevo a poner poco entendido porque a pesar de que encontramos muchos escritos en los que «la apertura del tercer ojo» es el tema central; estoy convencido que realmente son y han sido pocos los seres humanos que han llegado a comprender en su totalidad lo que significa «abrir el tercer ojo» y sobre todo, pocos muy pocos los comprometidos con lo que «abrirlo» implica realmente.

Yo no me considero ni de cerca una persona que pueda dar cátedra sobre la «mejor» forma de abrir ese «tercer ojo» y ver el mundo alejado de todas las falsedades con que lo miramos. El día de hoy quiero solamente compartirles como ha sido mi relación y búsqueda personal de esta visión tercio ocular, por llamarla de alguna forma. Recordando que esta es sólo mi experiencia y opinión, no «la verdad».

Muchos buscamos lograr esta visión más amplia aproximándonos a libros, cursos o centros donde creemos encontrar lo que necesitamos. Pero si algo me ha quedado claro a lo largo de los años es que NADA de esto garantiza mirar el mundo desde otra perspectiva. Cuando escribo pienso inevitablemente en aquellas personas que gustan -digo esto porque al menos eso se reflejan- de lucir los cursos que han tomado, libros que han leído o centros que han visitado y que afirman «los han transformado». No dudo del poder transformador de estas experiencias; pero si miro que a veces lo único que han hecho en estas personas es cambiarles un lente nublado por otro, que al ser «más nuevo» crea la impresión de estar ausente.

Esta «nueva forma» de ver el mundo me parece aún más peligrosa porque viene acompañada de una falsa sensación de trascendencia que genera un «ego muy espiritual» desde donde todo es analizado. Es decir, se cambia la visión «terrenal y mundana» y se «abre» la percepción «trascendente del tercer ojo», pero en realidad se continua profundamente atado a nuestra percepción errónea. Una percepción errónea que puede verse influida por el ego del maestro o gurú, el ego de los compañeros, el ego del estatus social que brinda acudir a estas experiencias, etc. En resumen, me parece hay mucho ego detrás de ello. Y peor aún, un tipo de ego negado y encubierto. ¿Miran lo peligroso de esto?

Conozco no menos de 10 personas que afirman haber tenido experiencias transformadoras de este tipo, pero al entablar relaciones con ellos no es difícil percatarse que estas experiencias han sido valoradas desde la misma visión egolatra que se buscaba erradicar al «abrir el tercer ojo». Y que peor aún ahora están convencidas de que están completamente alejadas del «ego». Esto me ha mostrado que sin duda para lograr esta visión trascendente lo primero que hay que hacer es cuestionarse a uno mismo la calidad con la que miramos el mundo. Así, de la manera más cruda posible. De otra forma, seguiremos solapando nuestras acciones y actitudes considerándolas como propias de alguien «más despierto o espiritual».

Estoy convencido que el mundo actual no está del todo preparado para despertar. Vivimos cómodamente engañados y preferimos llenar la vida de quejas a actuar activa y conscientemente en nuestra vida. Sabemos que la vida no nos acomoda, pero no queremos cambiarla del todo; sólo nos basta «un poco más de comodidad» y ahí es donde entra lo que explicaba antes, las experiencias «místicas y cómodas» que «nos orillan» a cambiar el materialismo banal por el materialismo espiritual lleno de tapetes de yoga carísimos, ropa antiderrapante y el banco de meditación de la madera perfecta para hacerlo. Claro, sin olvidar ir al centro espiritual en la mejor zona de nuestra ciudad, donde seguramente la iluminación y la apertura del tercer ojo no huirá de nosotros. Que absurdos somos…

Si leemos con la mente y el corazón abiertos las historias de aquellos grandes seres humanos que gustamos llamar maestros veremos que si algo compartían es que no buscaban «volver más cómoda su incomoda existencia»; ellos lo que hacían era aventurarse a territorios inexplorados de su ser. Esos territorios que muchos les huimos y que preferimos quedarnos en la frontera segura, donde nuestro ego y nuestra vida actual -esa que no nos gusta- estén a salvo. Preferimos vivir engañados, porque es más fácil encontrar excusas en la ignorancia y ceguera que en la luz y visión clara.

El primer enemigo de ver las cosas desde otro punto de vista somos NOSOTROS y nadie más. Es nuestra cobardía a verdaderamente implicarnos en el sendero de la transformación. Por ello afirmo que no importa el curso, el centro, el libro, nada de eso importa; sino existe un verdadero ejercicio de honestidad y un deseo genuino de transformación. Si esto no existe, todo lo demás se vuelve un bonito accesorio para una vida vacía. Así que debemos decidir entre una vida tal vez bonita pero no necesariamente diferente, o una vida diferente que tal vez sea algo incómoda.

Con lo anterior quier justificar el porque al inició llame «incomprendido» al tercer ojo. No creo que no podamos llegar a acceder a esa maravillosa visión trascendente, sólo creo que debemos orientar de manera efectiva nuestra búsqueda, alejarnos de las falsedades propias y ajenas; además de generar un fuerte compromiso con nuestra vida. Creo al final una mente y un corazón abiertos al mundo serán el mejor obsequio.

Esto es lo que creo. No tengo otra intención que compartir, no pretendo ser ejemplo de nada ni de nadie, solo me interesa compartir porque creo alguien puede verse reflejado en mi experiencia.

Suerte con su tercer ojo y a trabajar amigos. Que sean felices.

 

 

Cierra todo con amor e inicia con amor

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Hace unas semanas platicaba con una amiga cómo era curioso el fenómeno del fin de año donde aunque el tiempo «no se corta» para dar paso al año nuevo, hay una sensación interna en todos nosotros de que efectivamente «algo se acaba».

Puedo pensar que esto sucede porque internamente estamos formados por ciclos (físicos y mentales); algo dentro de nosotros «sabe» que las cosas verdaderamente tienen un inicio y un final. No me refiero a esa frase de autoayuda que a veces nos decimos, en realidad pareciera como si algo muy interno supiera que genuinamente todo es un ciclo.

Hoy no quiero escribirles sobre lo que es un ciclo y todo eso (para ello dejaré otro post), sino llevarlos a reflexionar sobre cómo culminan este ciclo 2016 e inician el 2017. Para ello les propongo estas preguntas:

  • ¿Qué amé de mi vida este año?
  • ¿Qué me gustaría mejorar para el año nuevo?
  • ¿Qué aprendí de las experiencias de este año?
  • ¿Cómo puedo hacer para aprender más de las experiencias que vivo?
  • ¿Para qué me sirvieron las experiencias de este año?
  • ¿Soy una mejor persona que el año pasado?
  • ¿Estoy realmente donde quiero estar?
  • ¿Soy consciente que mi futuro depende de los aprendizajes del pasado y de mis decisiones presentes?
  • ¿Tengo alguna meta en este 2017?

En fin, estas son mis propuestas; me encantaría ustedes me dejaran algunas otras en los comentarios.

Aprovecho para agradecer su lectura, su paciencia en los momentos de silencio y todos sus comentarios. De corazón deseo un año donde la conciencia se haga presente, donde encuentren el camino para dirigirse a donde lo necesiten, que logren ver en cada obstáculo una nueva oportunidad o una señal de que un cambio es pertinente; en fin, ¡sean felices hoy y siempre!

¡Feliz año 2017! Desde México les envío un abrazo para ustedes y sus seres queridos.

Los invito a releer un post de hace 5 años que queda muy bien con el día de hoy.

 

Las normas básicas del Mindfulness

Estoy leyendo un libro relacionado con la práctica del Mindfulness -o Conciencia Plena- y quise compartir con ustedes algunas actitudes mentales básicas que forman parte de una vida presente en el aquí y ahora. Ellas están adaptadas del autor Jon Kabat-Zinn.

¿Cómo vivir en el aquí y ahora?

  1. Cada vez que sientas que los pensamientos relacionados con el pasado o el futuro te arrastran, utiliza alguna «ancla» que ayude a tu mente a regresar al momento presente.
  2. Presta atención a los pensamientos y los juicios que tu mente hace. No se trata de resistirse a ellos o rechazarlos, sólo se trata de observarlos con curiosidad.
  3. Sé paciente con tus avances, con la naturaleza de cada instante y con lo errática o resistente que puede ser tu mente.
  4. Se amable y bondadoso contigo. Puedes descubrir cosas que no sean agradables o sean dolorosas, así que es muy importante tengas una actitud calidad y bondadosa contigo.
  5. Siempre mantén la curiosidad inicial y permanece abierto a los descubrimientos.
  6. Confía en tu intuición más que en tus pensamientos.
  7. No te esfuerces en cambiar tu experiencia, sino en aceptarla tal y como es.
  8. Acepta las cosas como son en cada momento, con la menor resistencia posible e idealmente si ninguna resistencia.
  9. Intenta no aferrarte a la idea de que «algo» debe de ser de una única forma.
  10. El mindfulness es una práctica que requiere un compromiso diario.

Estos puntos son sólo la base de una vida con Conciencia Plena. Pronto publicaré la invitación a un taller relacionado con este tema que impartiré en el mes de Febrero del 2017 en el México. Si eres de la Ciudad de México o del Estado de México y te interesa asistir, por favor envía un correo con tu nombre, edad y algún teléfono para localizarte al correo akarmarhat@hotmail.com

Sean felices!

 

 

Al final todo es un aprendizaje

Llevaba tiempo sin escribir en este espacio, y no fue porque no tuviera nada que compartir; por el contrario este año que está por terminar me ha dejado una gran cantidad de aprendizaje y muchas experiencias -así sin ponerles alguna categoría de «malas o buenas»- que hasta el día de hoy se han asentado en mi mente y corazón de tal forma que ya me es posible compartirlas con ustedes.

Pensé en cual sería la mejor manera de hacerlo y decidí hacerlo de una forma muy simple, a partir de pequeñas frases que representan cada uno de los aprendizajes que este bello 2016 me ha dejado. Y sin más, aquí están las cosas que comprendí en este año:

  1. He comprendido que el control de la vida no se encuentra en evadir el cambio, sino en orientar nuestras decisiones hacía lo que buscamos.
  2. Comprendí que orientar nuestras decisiones no siempre garantiza el éxito, y que muchas veces el éxito radica en tomar la decisión adecuada.
  3. Comprendí que la decisión adecuada no está excenta de dolor.
  4. Comprendí que ese dolor no necesariamente significa sufrimiento.
  5. Comprendí que el sufrimiento radica en querer extraer  de algo o de alguien algo más cuando ya nos dio todo lo que podía otorgar.
  6. Comprendí que todo tiene un límite, y que incluso lo más hermoso agota su belleza.
  7. Comprendí que la verdadera belleza de la vida está más allá de lo que nos hemos hecho creer.
  8. Comprendí que para crecer hay que dejar de creer ciertas cosas y comenzar a vivir de otra manera.
  9. Comprendí que comenzar a vivir de otra manera implica elegir correctamente a quienes quieres te acompañen en este nuevo camino.
  10. Comprendí que los nuevos caminos asustan.
  11. Pero también comprendí que asustarnos no es sinónimo de permanecer estáticos.
  12. Comprendí que la peor forma de permanecer estáticos es cuando nos engañamos con falsos avances, o cuando nos descubrimos avanzando un «distinto camino» pero con el mismo paso.
  13. Comprendí que cada quien lleva un paso distinto en esta vida y que debemos agradecer cuando por fortuna los nuestros coinciden con quienes nos acompañan.
  14. Comprendí que de las cosas más importantes en la vida son las personas que siempre nos han acompañado, a pesar de todo y por sobre todo -incluso por sobre nosotros mismos-
  15. Comprendí que quien te quiere te desafía y no te dice lo que tu quieres escuchar.
  16. Comprendí que a la primera persona que debemos escuchar es a nosotros mismos.
  17. Comprendí que para escucharse a uno mismo de manera clara es muy importante estar dispuesto a aceptar todo lo que emana de uno mismo.
  18. Comprendí que aceptarse a uno mismo es la base de una vida feliz.
  19. Comprendí que una vida feliz no es aquella donde se tiene lo que se quiere, sino donde se aprende a distinguir lo verdaderamente necesario.
  20. Comprendí que lo verdaderamente necesario tampoco es tan necesario para vivir.
  21. Comprendí que para vivir sólo basta con tenerse a uno mismo.
  22. Comprendí que si uno está bien, todo y todos con quienes contactemos lo estarán.
  23. Comprendí que es mejor pocos amigos pero genuinos desde el alma.
  24. Comprendí que hay quienes se dicen amigos pero sólo están mientras obtienen algo de dicha relación.
  25. Comprendí que una relación no es vital para estar bien.
  26. Comprendí también que una relación tampoco es sinónimo de no estar bien.
  27. Comprendí que una relación sólo es el reflejo de lo que somos como personas.
  28. Comprendí que si quiero estar bien con los demás, debo comenzar a estar bien conmigo mismo.
  29. Comprendí que estar bien con uno mismo en ocasiones implica pedir ayuda.
  30. Comprendí que el pedir ayuda no te hace más débil.
  31. Comprendí que en ocasiones la mejor ayuda es la que no se otorga.
  32. Comprendí que para que alguien pueda ayudarnos, debemos estar dispuestos a luchar con nuestro principal enemigo…uno mismo.
  33. Comprendí que no todo el que parece tu enemigo lo es y que no todo el que se dice tu amigo lo es tampoco.
  34. Comprendí que tus enemigos pueden decir muchas cosas de ti, pero que lo que digan tiene que ver siempre con ellos y nunca contigo.
  35. Comprendí que los otros -y en ocasiones nosotros-solo abrimos la boca para lastimar a los demás.
  36. Comprendí que no debo creer todo lo que el otro dice.
  37. Comprendí que siempre somos más de lo que el otro cree de nosotros.
  38. Y por último comprendí que después de todo, y al final de todo; hay que ser agradecidos con los aprendizajes y experiencias que la vida nos da. Al final, la vida es eso: un espacio para experimentar, sentir y aprender.

Ojalá algo de esto les sirva, pero recuerden nada enseña como la experiencia. Y hoy más que nunca les digo, nada dura para siempre.

¡Que sean felices!